La idea de envejecer a algunos les aterra. Después de pisar los 30, para muchos comienza un conteo regresivo. Ya no es un "debería hacer esto", "debería hacer lo otro", sino un "tengo que casarme", "tengo que comprar mi casa", "Me voy a quedar" y cada una de las acciones se transforman en obligaciones, por no decir penas, que torturan al ser humano hasta mediados de los 40s. A esto lo acompaña un toque de desespero y de agonía cuando la situación económica no es la mejor y definitivamente las cosas no parecen cambiar. Pero queridos amigos, nada está perdido, y como dice el refrán, "después de la tormenta llega la calma", y en la revista The Economist está la respuesta: Después de los 50s la gente en promedio es más feliz.
Si bien es cierto, para medir la felicidad se necesitan tener en cuenta diferentes factores, tales como el contexto o circunstancias externas, el género, la personalidad y por supuesto la edad. Me concentraré en esta última y empiezo preguntando: ¿Quién no ha visto a una sesentona con mini falda, una trenza o cola de medio lado, comiendo chicle y hablando "play"? O ¿Quién no ha pillado a su abuelo echándole el ojo a las jovencitas del barrio? Muy probablemente la primera no tanto, pero no hay duda que la segunda si es muy usual. Las personas mayores a cierta edad se toman la vida con más relajo. A partir del momento en que las vanidades, el qué dirán, el aspecto físico, la lucha continua por tenerlo todo, los ahorros y un sin número de motivos más dejan de ser relevantes, la satisfacción de lo vivido incrementa, y eso comienza a suceder a entre los 40s y 50s como menciona el estudio de David Blanchflower, profesor de economía de Dartmouth College.
De esta manera, controlando por diferencias de ingresos, salud y educación, el ciclo vital deja de ser una línea poco cambiante como aseguran los psicólogos. Mroczeck et al 2005 muestran que existe una relación curvilínea entre la edad y la felicidad, y que esta relación tiene forma de U. Esto indica que inicialmente, en la niñez, las personas tienden a ser des complicadas, felices y con una sola idea en la cabeza: Diversión. A medida que va pasando el tiempo, las cosas son más complejas, la pubertad, los amores, la popularidad, deseos de ser el mejor y las frustraciones invaden al ser humano. Luego vienen los hijos, las obligaciones, compromisos, deudas, errores cometidos y una carga de decepciones lo suficientemente grande para colapsar cualquier sistema nervioso. Sin embargo, después de este punto de inflexión, comienzan los nietos, la pensión, no trabajo, los planes relajados y las largas jornadas de sueño.
Existen diversas razones por la cual la vejez puede ser buena y permite vivir más feliz. Las personas de la tercera edad tienen preferencias en todos lados, no hacen fila, tienen silla azules en el Transmilenio, todo el mundo o por lo menos la gran mayoría son amables y gentiles con ellos y hasta el sol de hoy son los fieles generadores del hueco fiscal que tiene el país; pero nadie les reprocha nada. Por otro lado, dada su larga trayectoria y sus experiencias, los ancianos cuentan con mejores soluciones para resolver conflictos y están más preparados para manejar situaciones complejas. Como menciona el artículo en The Economist, las personas mayores son mejores en el momento de controlar sus emociones, aceptar los infortunios y menos propensos a la ira. Al parecer, como dice Laura Carstensen, profesora de Psicología de la Universidad de Stanford, las personas mayores se sienten más cerca de la muerte y por lo tanto viven y valoran más el presente.
Por eso no hay nada de qué preocuparse. Si es cierto que la gente feliz vive más, por múltiples razones, entonces no es desquiciado pensar que cuando se llega a viejo, estamos destinados a vivir por siempre. Aunque sea una falacia, ya podemos despreocuparnos y envejecer con la frente en alto y orgullosos porque se vivirá mejor y más felices. He dicho.
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